domingo, 14 de octubre de 2012

KUAN YIN. CAPITULO IX









                               
                                                          KUAN YIN













Capitulo IX

Cómo si de un reloj de arena se tratase, el tiempo va pasando y no ayuda el quedarse quieto demasiado tiempo. Encontrar al ladrón y regresar con lo robado, principio y fin de la misión. Ahora ponerme a buscar a esas dos mujeres retrasaría mi principal objetivo.
Me dispuse entonces a ir en busca del corazón. Me levante y camine hasta una carretera. Allí seguí caminando por el arcén, para parar algún coche que fuese en la misma dirección. No tardo mucho en pasar un vehículo que me paro al hacele la señal. Me pregunto hasta donde iba y yo le conteste que hasta el primer hostal de carretera, para poder dormir un poco. El hombre del coche me abrió la puerta y yo acepte. Se trataba de un señor de unos sesenta años. A pesar de su edad, conservaba unos rasgos muy atractivos. Por la forma de hablar, no era la primera vez que llevaba a algún autoestopista. No paraba de hablar, mientras movía su mano de un lado a otro. En uno de sus movimientos, la apoyo en mi muslo en vez de la palanca de cambios. Fue tan sólo un momento, lo suficiente para que viera sus recuerdos. Era un hombre casado, con tres hijos. Quería a su mujer, aunque ya no la amaba. La había engañado con la amiga de su hija. Eso le hacía sentir más joven. Razón principal de recoger a autoestopistas. Alguna de esas chicas que montaron en su coche le devolvieron el favor de una forma especial. También me llego un final, a modo de noticia en un periódico.
Le dije señalando el cartel que a pocos metros se encontraba uno, no quería seguir mucho tiempo más en ese coche. El hombre fue agradable, se paro justo enfrente del hostal y espero a que bajara . Se despidió con un saludo y se marcho.
Yo necesitaba dormir un par de horas para saltar hasta el corazón. Entre en el hostal, dentro no había nadie atendiendo. Mire en el libro de inscripciones y hacía tiempo que nadie escribía. Lo cerré y cogí una de las llaves que había colgadas en un mostrador. Fui hasta la habitación y la abrí. La cama estaba hecha pero el sitio no parecía estar muy limpio. Entre y cerré la puerta. Dejé mis cosas encima de un sillón y me tumbe en la cama. 





                                                   
























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