Voy entonces dirección
derecha por unas puertas con una indicación roja pintada . A un
lado, hay otras dos puertas y un letrero que dice “ascensor”.
Allí hay un grupo de gente que se encuentra esperando, decido no
unirme a ellos y continuo por el pasillo. Llego hasta una sala ancha
con muchos bancos en medio. No hay nadie sentado en ellos, ni tampoco
en las ventanillas de cristal que se hallan en la pared. Escucho a
unas mujeres hablar al fondo. Al acercarme , una de ellas se asoma
por entre la puerta que se encuentra abierta.
¿Se ha perdido? Si
viene a pedir cita, ya tiene que esperarse a mañana. Hoy se han
marchado ya.
¿cita? Oh, si, le digo
como dudando. Ya que no entiendo muy bien a que se refiere con eso.
Pues va a tener que irse
pronto, ya que van a cerrar las puertas y luego no podrá salir por
la puerta principal. Me dice la otra señora que hay dentro. Lo hace
sin dejar de hacer su trabajo.
Muchas gracias, les digo
y me marcho. Al pasar por el pasillo le noto. Siento la presencia de
aquel hombre. Acelero mi paso y le veo al lado de la puerta de
salida. Tengo que correr. No se me puede volver a escapar.
Al correr, le pongo sobre
aviso y el se gira para marcharse. Hace un movimiento extraño con
las manos antes de cruzar las puertas y una luz muy brillante en
forma de circulo se forma en la puerta.
Antes de que se cierre el
circulo de luz, lo atravieso de un salto. De repente, me veo en un
lugar precioso. El mar azotando contra las piedras y su blanca espuma
parece que juega mientras se va retirando, para volver a formarse con
la siguiente ola. Yo, agarrada a unas rocas. Con la espalda húmeda
por la fuerza del mar. Trepo hasta arriba del acantilado.
Una vez en lo alto,
mirando al mar me relajo y me alegro de no ser un tronco de madera.
De poder contemplar por un momento, la belleza de aquel lugar tan
verde contrastado con el azul del mar.